Opinión

RECUERDA PUEDES SEGUIR ESTE BLOG TAMBIÉN A TRAVÉS DE TWITTER . SI TE GUSTA LEER Y OPINAR...¡SÍGUELO!.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Una ronda siniestra


La historia de hoy se sitúa en un Polígono Industrial a las afueras de la ciudad donde la crisis como en muchos otros lugares había hecho mella, abandonándose muchas de las naves que allí se encontraban. Sólo una empresa de productos eléctricos continuaba, pero sólo lo hacía de forma provisional como almacén hasta que pudiera conseguir un mejor emplazamiento para albergar esos valiosos productos. Sin embargo, a pesar de ello, no quisieron dedicar demasiado presupuesto a la seguridad del lugar, no más que la contratación de un vigilante para cada turno. Y justamente ahí es dónde entra en escena el protagonista de esta historia, de nombre Jorge, el cual después de varios años desempleado veía con optimismo una nueva oportunidad como vigilante de seguridad en el turno de noche.
No le habían contado mucho del sitio donde iba a trabajar, aunque recordaba que hacía algunos años había escuchado el nombre de ese Polígono Industrial como un lugar muy próspero, pero que ahora la crisis se había cebado con él. Tras firmar su contrato, en la sede de la empresa, le desearon suerte y ánimos, asegurándole que si todo iba bien contarían muchos años con él. Sin embargo, se guardaron un pequeño secreto y es que en los últimos meses cada semana habían tenido que cambiar de vigilante, ninguno había conseguido prolongar sus rondas más allá de un par de noches. Lo que allí ocurría era desconocido para la empresa, pues ninguno de los vigilantes, algunos con una dilatada experiencia profesional había dicho ni una sola palabra referida a lo que ocurría. Sea por la razón que fuera, lo cierto es que en todo aquel Polígono la actividad laboral había cesado de manera repentina, todo ello justificado desde la quiebra por la crisis económica, pero que en el fondo no dejaba de ser una forma de maquillar la situación de cara a la opinión pública.
Jorge estaba feliz, sin embargo no dejaba de tener ese “pellizquillo” que todos tenemos el primer día de trabajo. Después de almorzar, intentó dormir la siesta para poder estar descansado de cara al primer turno de noche al que tendría que enfrentarse. No dejaba de pensar e intentaba imaginar como sería aquel lugar y para ello cerró sus ojos. Tenía una sensación rara, pero todo lo podía superar con la ilusión de un nuevo trabajo. Finalmente logró descansar varias horas, se levantó de su cama y se dirigió al armario para preparar lo necesario para su trabajo. Se preparó, y respirando hondo bajó al garaje en busca de su coche. Incluso, salió antes de lo que tenía previsto, pues le gustaba ser puntual.
Tras unos 40 minutos de camino llegó al Polígono que estaba prácticamente a oscuras, y con la puerta que permitía el acceso a los coches a medio abrir. De repente observó desde la lejanía dos faros de un coche que llegaba a toda velocidad, parecía por como iba vestido, su compañero del otro turno, y aunque le hizo señales no detuvo su vehículo. Jorge se quedó un poco sorprendido y no sabía si había ocurrido algo, o simplemente aquel tipo era un maleducado. Así que un poco confundido se dirigió al final de aquella calle donde ya podía ver su lugar de trabajo iluminado si acaso con un par de luces en la entrada principal.
La primera impresión que tuvo es de abandono, el lugar estaba sucio y en uno de los laterales de la nave había unas vallas de una obra que habían iniciado no se sabe hace cuanto tiempo, quedando una parte abierta a la calle con esta simple protección. Eso le dejaba un poco inquieto, pues nadie le había dicho nada. Encendió las luces interiores para inspeccionar aquel lugar para él desconocido. Observó maquinaria, talleres, y numerosas puertas que tendría que abrir y ver lo que había, en parte por su labor profesional, pero también por curiosidad. Siguió adelante y cuando quiso entrar en aquella habitación, se oyó un fuerte estruendo y la luz se apagó.
Corrió por los pasillos hacia donde se encontraba el cuadro general de las luces intentado dar respuesta a lo que estaba sucediendo, con su arma reglamentaria en mano, pero allí no había nadie. Intentó volver a encender los focos sin embargo nada hacía contacto y no consiguió su objetivo. No estaba tranquilo, todo el polígono había quedado a oscuras y con un posible ladrón merodeando por los alrededores. Cogió su linterna y continuó de forma sigilosa hacia las puertas que antes había dejado sin inspeccionar.
Abrió una puerta que accedía a los servicios, había unas duchas, donde daba la sensación de que tras la última jornada laboral todo había quedado desordenado. Parece como si allí hubiera ocurrido algo y hubieran tenido que abandonar aquel lugar con celeridad. Empezó a escuchar ruidos, por lo que cogió su emisora para dar aviso a la policía, pero ni ésta ni su móvil personal funcionaba, algo estaba inhibiendo la frecuencia. En ese momento empezó a sentir algo de miedo. De repente las duchas se abrieron y se escuchaban portazos. No sabía lo que allí pasaba, pero ese temor inicial se tornó en pánico cuando de esas duchas salieron unas botas que se le acercaban, mientras llantos y risas terroríficas se perdían en aquella sala. Sacó su arma y disparó hacia lo que portara esas botas verdes, pero no consiguió nada más que las risas aumentaran.
Salió de aquella habitación e intentó buscar refugio en otro lugar, para ello corrió hacia la nave central donde estaba toda la maquinaria. A pesar de no haber electricidad, todo se conectó y una atmósfera fría con una tremenda humareda se apoderó de aquel lugar, un humo denso que le dificultaba mucho la respiración, casi arrastrándose y con un pañuelo tapándose la boca y la nariz llegó a unas oficinas. Allí dentro había un teléfono y en ese momento sonó. Vio en ese ring una salvación a su vida, nada más lejos de la realidad.
-          ¡Socorro, ayúdenme! – susurraba Jorge para que no dieran con él.
-          No saldrás con vida de aquí – le respondió una voz como de ultratumba-.
Aterrado, y con la poca luz que entraba por una ventana con unas fuertes rejas procedente de la luna llena que hacía aquella noche, se dirigió hacia unos papeles que se encontraban sobre el escritorio de aquel lugar. Le habían llamado la atención.  Con su linterna pudo comprobar que se trataba de un periódico en el que aparecía una noticia que le dejó atónito, se hacía mención al descubrimiento de un antiguo cementerio que había salido a la luz al iniciarse las obras que Jorge apreció a su llegada.
Después de eso su objetivo fue salvar la vida, pero algo empezó a golpearlo sin cesar, una mezcla de escalofríos y dolor se le extendían por todo el cuerpo. Por lo que intentó salir de aquella oficina, pero lo empujaron contra la pared causándole heridas. Con sus últimas fuerzas pudo llegar hasta la puerta, pero estaba cerrada. Parecía que no había escapatoria, sin embargo, encontró un hacha junto a un extintor, con la que tras golpear con su último aliento consiguió derribar.
Con intuición y algo de suerte consiguió llegar al coche, y tras varios intentos pudo arrancarlo, por lo que parecía que podría escapar de allí. Una vez abandonado el Polígono y camino de la ciudad en busca de ayuda, algo le tapó los ojos forcejeando con él, hasta que en una fatídica curva el vehículo cayó por un precipicio, sin dejar el menor rastro del vigilante.
Después de su desaparición, la empresa no quiso saber más de aquel lugar y la policía lo precintó. Tras años de investigación no se logró esclarecer nada del paradero de Jorge.

Una ronda siniestra, por Manuel M.


No hay comentarios:

Publicar un comentario