Opinión

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lunes, 12 de noviembre de 2012

Una inyección de amor

     El relato de hoy nos traslada a un problema de la sociedad como es la dependencia de la droga, y más concretamente cómo esta adicción destroza a las familias que la padecen. Podemos pensar que en las drogas sólo caen aquellas personas que viven en barrios marginales, nada más lejos de la realidad. Y que  mejor ejemplo que la historia de Virginia, la cual no pudo superar la separación de sus padres y no supo elegir las mejores amistades. 
     Virginia empezó a probar las drogas con 17 años, para intentar superar las discusiones de sus padres, quería evadirse de un mundo en el que no se sentía bien, con unos padres más preocupados por los beneficios que obtenían sus empresas que en darse cuenta de lo que le estaba ocurriendo a su única hija. No encontraba la salida a esta situación, y cuando creyó encontrarla lo hizo por el peor camino. Lo que empezó como algo esporádico terminó en una verdadera adicción, y cuando sus padres se percataron del grave problema de Virginia, la chica ,ya mayor de edad, decidió irse sin rumbo conocido.
     Ella confiaba que "sus amigos" le darían cobijo, sin embargo esas amistades lo único que le hicieron fue mostrarle el camino de la delincuencia y de la mala vida, una forma fácil de ganarse el dinero, tan necesario para su adicción. Ella no era consiente en un primer momento de lo que estaba haciendo con su vida, y cuando quiso darse cuenta estaba demasiado enganchada, con la droga como única amiga. Esos "amigos" en los que confió le habían traicionado y quizás era ya demasiado tarde para volver a un hogar que se había desesctructurado tras la separación de sus padres.
   Virginia era un chica joven y guapa, y no dudó en utilizar todas las artes posibles que le proporcionaba su físico para conseguir el dinero para subsistir y obtener su dosis diaria. Delinquir se hizo una costumbre para ella, y la vida se le hizo cada vez más difícil, viviendo en una tienda de campaña junto a un descampado, donde tuvo la suerte de no contraer el VIH, a pesar de su mala vida. 
    Ella se daba cuanta cada día más de que estaba destruyendo su vida, pero no tenía fuerzas para salir y además no encontraba una motivación para hacerlo. Sin embargo un día conoció a una persona que cambió radicalmente su concepción de la vida. Se llamaba Miguel, un chico joven de profesión trabajador social. Este chico tenía por vocación ayudar a este colectivo de drogodependientes, pero cuando conoció a Virginia no fue un paciente más y desde el primer momento se cruzaron sus miradas. Miguel intentó tenderle una mano a Virginia para salir de las drogas, quería ayudar a esa chica que tanto le había llamado la atención. Lo que empezó como una visita de trabajo, terminó como algo personal. 
     Sus conversaciones fueron poco a poco dando frutos hasta el punto que Virginia ingresó en el centro de desintoxicación para el cual trabajaba Miguel. Cada día le hacía una visita y le animaba a salir definitivamente de esa lacra. Así, la actitud de Virginia estaba cambiando totalmente, ahora si luchaba con todas sus fuerzas pues tenía un gran aliciente en su vida. Poco a poco, y casi sin darse cuenta se estaban enamorando. Hasta el punto que una mañana Miguel le hizo una promesa que fue determinante para su recuperación, pues además de confesarle sus sentimientos, le dijo:
     - Estás luchando muy bien, y en la vida todo tiene su recompensa. Has tenido muy mala suerte, pero el destino nos ha cruzado en el camino, y todo va a cambiar. Me gustaría que cuando salieses de aquí te vinieras a vivir conmigo.
     Virginia le respondió con entusiasmo:
     - Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida, has logrado devolverme la ilusión por vivir...¡claro que me iré a vivir contigo amor mío!. 
     Transcurrido un tiempo la promesa se hizo realidad, y tras algunos años de convivencia, la felicidad se plasmó en el matrimonio y en dos niñas preciosas. Su vida había cambiado radicalmente, pero sentía  le debía algo a la sociedad. Por ello, quiso recuperar el tiempo perdido, estudiando la misma titulación que su marido. Quería ayudar, y lo consiguió en muchos casos, a otras chicas que se sintieran solas en la vida y que no encontraran otra solución que el mundo de las drogas. A todas ellas siempre les decía lo siguiente:
     " La solución a mis problemas no la tuve en la droga, todo lo contrarío, estaba destruyéndome. Lo único que me salvó fue el cariño de mi marido... eso es lo que debéis buscar, el afecto de la gente que os rodea, los que os quieren de verdad. La única inyección que puede salvaros, es una inyección de amor".

     Una inyección de amor, por Manuel M.
     

    
     

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