Opinión

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sábado, 24 de noviembre de 2012

Chicos, ¿dónde está Hugo?

     Esta historia se enmarca en la serranía andaluza donde unos amigos habían planificado disfrutar de una barbacoa tras algunos años sin verse por motivos laborales. Por ello estaban ilusionados, tenían tantas cosas que contarse...sería un día especial. Era una mañana del mes de Enero, soleada pero fría, aunque las ganas de disfrutar de un día de campo con sus amigos superaba cualquier tipo de adversidad climatológica. Hugo, Aitor, Adrián e Iván querían reencontrarse y que mejor lugar que respirando el aire puro de la sierra.
     La escena fue muy emotiva para unos amigos que no se veían desde hacía años, pero que habían vivido muchas experiencias juntos. Habían sido compañeros de carrera, amigos que salían a divertirse e incluso confidentes de sus aventuras amorosas. Por eso el instante en el que aparcaron sus coches, risas y abrazos acompañaron el recuerdo de sus historias.
    Además de elegir aquel lugar por la belleza del paisaje lo hicieron también por una afición que compartían como era el senderismo. Disfrutaron de una buena comida acompañado de un buen pan de pueblo, que habían comprado en el camino, mientras preparaban todas las cosas que llevarían cuando subieran por esa montaña que veían al fondo. No quisieron perder mucho tiempo, pues de lo contrario la noche se les vendría encima, así que tras almorzar se pusieron en camino.
     Intentaron buscar un sendero que le facilitara el ascenso a la montaña, y en la medida de lo posible lo consiguieron aunque todavía estaba algo mojado y húmedo pues en los días anteriores había estado lloviendo. Poco a poco la luminosidad del media fue a menos, conforme avanzaban una bruma iba apareciendo. Además la dificultad iba a más, y a Iván y Adrián el cansancio le iba haciendo mella, por lo que decidieron descansar un rato mientras bebían una botella de agua y comían algunos frutos secos.  Mientras, Hugo al que le encantaba la fotografía iba con su cámara nueva captando imágenes de aquel precioso lugar.
     A medida que continuaban el camino se hacía más escarpado y resbaladizo, todos llevaban calzado de montaña, menos Iván que había olvidado echarlas en su equipaje. A pesar de todo, continuaron con celeridad, pues no querían perder tiempo para que no les cogiera la noche a su regreso. Suponía también un reto personal, aunque estos chicos parecía que no eran conscientes del peligro que esto podía conllevar. Sin embargo empezaron darse cuenta cuando Iván resbaló al pesar una piedra con verdina, aunque la rápida actuación de Aitor que se encontraba a su lado evitó un mal mayor. Sólo fueron rasguños que se hizo con los matorrales, aunque fue un serio aviso de los que le podía pasar. Además la bruma parecía ir a más, lo que inició una discusión sobre continuar o no.
     Adrián e Iván, éste último con el susto en el cuerpo, eran partidarios de volver, además afirmaban que la niebla cada vez más densa dificultaría el descenso. Hugo, todo lo contrario, era quizás el más aventurero de los cuatro y el que en mejor forma se encontraba, además tenía mucho interés por fotografiar la cima. El otro chico, Aitor, se encontraba indeciso. Al no ponerse de acuerdo, Hugo les pidió que le esperaran unos minutos que subiría algunos metros más para hacer un par de fotografías y ya volverían. Los demás aceptaron más a regañadientes que otra cosa.
     Transcurridos unos 15 minutos, no tenían noticias de Hugo, por lo que empezaron a preocuparse. Adrián sacó de la mochila su móvil e intentó llamarlo, pero se encontró con la sorpresa de que no había cobertura en aquel lugar. No sabían que hacer, observaban que la niebla cada vez era más densa y estaba empezando a oscurecer. Además hacía frío, y la presencia de buitres y otros animales de la sierra comenzaban a ser una realidad. Ante esa situación de incertidumbre y nerviosismo, Aitor decidió subir algunos metros para ver si lograba ver a su amigo Hugo, y aunque lo llamó en muchas ocasiones no obtuvo respuesta alguna. Así que volvió al lugar donde se encontraban Adrián e Iván. No les quedaba otra opción que bajar al pie de la montaña donde se encontraban sus vehículos y tratar de buscar ayuda.
     Sin embargo cuando quisieron emprender el camino de vuelta, la visibilidad era casi nula. No tenían ni la menor idea de dónde estaba el sendero por el que habían llegado allí. Cada vez hacía más frío, y no tenían muchas provisiones, pues habían cogido las justas para que no les pesara mucho la mochila en el ascenso. Estaban a oscuras, y la luna apenas iluminaba el lugar rodeada de un cerco de nubes. No sabían dónde estaba su amigo Hugo ni de como pedir ayuda.
      Cada paso que daban ponían más en peligro sus vida, hasta que Aitor recordó que su móvil tenía una aplicación que era una linterna. No es que alumbrara mucho pero si les servía de algo para intentar orientarse. Sin embargo, era imposible elegir un camino seguro que no acabara en un desprendimiento. Así que decidieron buscar un lugar dónde pasar la noche, tenían mucho miedo y además estaban muy tristes por su amigo Hugo, el cuál podía haber tenido un trágico desenlace.
     Con la noche cerrada, no avanzaban nada y prácticamente habían agotado todas sus provisiones. Pensaron por un momento en lo peor, hasta que de repente hicieron un gran hallazgo. Se trataba de una cueva, el lugar ideal donde pasar la noche. Entraron y casi exhaustos por el cansancio y el frío, se quedaron dormidos.
     El cantar de los pájaros y los primeros rayos del día se asomaban a la entrada de la cueva, lo que despertó a Iván, el cuál llamó a los demás, animándoles a continuar el camino. Cuando se predisponían a salir de la cueva, un gran ruido les sobresaltó. Se trataba del helicóptero de la Guardia Civil.
     - ¡Aquí, aquí...socorro...estamos aquí! - gritaron todos al unísono.
     Tras un rescate que no fue fácil, el helicóptero los trasladó al Hospital. Camino de éste se llevaron la segunda gran alegría de la mañana después de haber salvado sus vidas. Un agente les comentó que su amigo Hugo se encontraba con vida en el Hospital, sólo con hipotermia y deshidratación. Y que había sido él quien desde un punto de la montaña logró encontrar cobertura y de esa manera pudo avisarles.
     Una vez llegados a su destino, los amigos se reencontraron y se fundieron en un abrazo con lágrimas en los ojos pero con la felicidad de que todo había salido bien.

     "Chicos, ¿dónde está Hugo?" por Manuel M.


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