Opinión

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miércoles, 31 de octubre de 2012

La vida de Pablo

     Este relato nos cuenta la historia de Pablo, un padre de familia que había estudiado Dirección y Administración de Empresas (LADE) y que dirigía una pequeña empresa en la que había invertido casi todos sus ahorros y sus esperanzas de futuro. Los primeros años, obtuvieron pequeños beneficios, los suficientes para poder invertir en una vivienda en la que poder disfrutar con sus hijos y su esposa. Tenía dos hijos, Víctor y Alfonso, con 10 y 12 años respectivamente, fruto de su felicidad con Carmen.
     Sin embargo la situación económica comenzó a empeorar, los negocios no iban como Pablo pensaba, pero él siempre confió en poder revertir la situación y solventar los problemas. Y así lo intentó de una forma tenaz, pero por más que lo intentaba la situación no hacía más que empeorar. Cuando llegaba a casa, siempre intentaba disimular, nunca quería poner una mala cara, intentaba sonreír, y todos los días se repetía la misma escena:
     - ¿qué te pasa cariño? ¿te sientes mal?- preguntaba cada día Carmen-. 
     - nada, nada...todo va bien, no te preocupes - respondía Pablo-.
     Pero la crisis llegó a su empresa como a muchas otras, y primero se llevó a las más pequeñas como era el caso de la de nuestro protagonista. Tuvo que ir despidiendo poco a poco a los empleados, hasta que la situación se hizo insostenible y su empresa se fue a la quiebra. Eso fue para él un duro golpe, y no sólo en lo económico al quedar prácticamente arruinado, sino también en lo emocional ya que sentía que había defraudado a su familia.
     Intentó por todos los medios encontrar un nuevo trabajo pero la situación de crisis en el país lo impedía, incluso intentó pedir un préstamo para intentar un nuevo negocio,  pero con el precedente de lo acontecido en su empresa ningún avalista apostó por él. Así pues, la familia terminó arruinándose del todo. 
     Una mañana llamaron a su puerta, unos señores trajeados acompañados por efectivos de la policía. Carmen abrió la puerta y nada más ver la escena se le cayeron dos lágrimas, sabía de sobra lo que sucedería. Uno de los señores trajeados se acercó y con un papel en la mano argumentó:
     - Buenos días señora siento tener que comentarle que traigo una orden de desahucio, por lo que recojan sus pertenencias lo más pronto posible.
      Pablo, casi en estado de shock se puso de rodillas implorándoles que tuvieran compasión por sus hijos, decía una y otra vez:
     - pensad que esto les ocurriera a sus hijos, son unos niños, ¡por favor|
     Pero sus ruegos y lamentos no fueron tenidos en cuenta y la orden de desahucio se aplicó conforme a la ley. Eso fue la estocada definitiva para Pablo, por su cabeza pasaba imágenes de sus hijos divirtiéndose en aquel patio con otras de llanto el día de su forzosa salida. Hasta el punto que entró en una profunda depresión y aunque se fueron a vivir a casa de sus suegros, un día no regresó.
     Dieron parte a la policía, pero por más que buscaron no encontraron nada, ni para bien ni tampoco indicios de que se hubiera suicidado. Hasta que un día recibieron una carta que decía:
     "cariño, lo siento os he fallado. Intentad rehacer vuestras vidas sin mí. Estaré bien, he conocido nuevos amigos. Te quiero".
     Pablo empezó a vivir como un indigente y su aspecto cambió mucho hasta el punto que era prácticamente imposible reconocerlo. Vivía de la caridad, y de lo que encontraba en las basuras y dormía entre cartones siempre con la foto de sus hijos entre sus manos. Fueron años muy duros para él, las leyes de la calle son muy difíciles. 
     Por otra parte, Carmen consiguió un trabajo y con ese dinero y con la ayuda de sus padres salió adelante y pudo darle una buena educación a sus hijos, los cuales a pesar del paso de los años nunca perdieron la esperanza de volver a ver a su padre y recuperar esos años perdidos. Además, la situación económica del país fue mejorando paulatinamente y sus hijos consiguieron unos buenos trabajos, especialmente Alfonso que empezó a trabajar como director de una sucursal bancaria. 
     Una mañana cuando fue a abrir el banco, se encontró junto al cajero a una persona, su sorpresa fue mayúscula cuando fue a llamar a aquel pobre indigente:
     - Buen hombre, buenos días....¿necesita usted algo?, preguntó Alfonso.
    - Una nueva oportunidad en la vida respondió él, pero eso ya es imposible. (Como todos os podéis imaginar, se trataba de Pablo, pero los años y su maltrecha vida en la calle había cambiado mucho su fisionomía.).
     - Nada es imposible caballero, la vida da muchas sorpresas respondió Alfonso.
     Pero la sorpresa se la llevó él cuando el indigente sacó de su bolsillo una foto suya con su hermano.
     - Papá, papá....¿eres tú?, preguntó el director atónito
     - Alfonso....respondió Pablo con lágrimas en los ojos....¿sabrás perdonarme?
     - Claro que sí papá, como has rogado, la vida te dará una segunda oportunidad.

     La vida de Pablo, por Manuel M.

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