Opinión

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viernes, 26 de octubre de 2012

Un juego de muerte

     La historia que aquí acontece se sitúa en un centro médico de un pequeño pueblo de la sierra castellana, un lugar de difícil acceso, con carreteras sinuosas y de poca visibilidad. Pues bien, un médico y un enfermero, tenían que cubrir una emergencia sanitaria en una casa alejada del pueblo en un día tormentoso y con un fuerte aguacero. Tras un momento de distracción, y tratando de evitar una colisión frontal, el vehículo cae al vacío falleciendo los dos en el acto. Todo el mundo quedó consternado por tan brutal desenlace, declarándose en aquel lugar tres días de luto.
    Años después, María, hija del doctor fallecido que había seguido los pasos de su padre al estudiar medicina, es enviada aquel pequeño pueblo para cubrir las urgencias. Allí coincide en turno con Marcos, el enfermero, el cual era aficionado a estudiar parapsicología, y con Antonio, el celador, una persona muy escéptica en todo lo que se refiere a los fenómenos paranormales.
     María siempre creyó que su padre no se había ido del todo, ella siempre lo sentía cerca, pero pensaba que todo sería fruto de su imaginación, motivado quizás por las ganas de que aquel accidente mortal hubiese sido un mal sueño y que su espíritu continuara por allí. Eso siempre le rondaba la cabeza, y más aún cuando conoció a su compañero Marcos, por el que sentía algo más que amistad y del que hubiese creído todo. Desde la llegada de la joven, el enfermero siempre le contaba historias paranormales que en aquel lugar sucedían, tales como muebles que crujían, respiraciones que se sentían, cosas que desaparecían y luego se encontraban en otros lugares; es decir, numerosos sucesos que Marcos siempre relacionaba con la muerte del Dr. García y de Fran, su compañero ATS. Mientras tanto, Antonio, siempre tan escéptico se reía y decía que eso no eran más que habladurías del pueblo.
     A María, las palabras de Marcos, aumentaron sus ganas de comprobar si sus presentimientos eran ciertos, y que el espíritu de su padre seguía deambulando por aquel centro sanitario. Por eso intentó convencer a Marcos y Antonio para que durante el próximo turno de noche, intentaran contactar con su padre mediante una sesión con la tabla güija. Marcos, intentó avisarle del peligro que ello suponía pero la obstinación de María junto a su curiosidad terminó por convencerlo. Antonio, por otro lado, después de fumarse un cigarro, aceptó, ya que la noche estaba muy tranquila y sería una forma de entretenerse, aunque estaba seguro de que no pasaría nada.
     Pues bien, la noche del 20 de noviembre, los tres pusieron en práctica la peor idea que podrían haber tenido en sus vidas. Marcos, sacó una tabla de güija de su mochila, un tanto deteriorada, que según les contó a sus compañeros había pertenecido a su tío Carlos, del que había heredado ese gusto por lo paranormal. Se sentaron junto a la mesa, y empezaron todo ese ritual que rodea a estas sesiones, intentando comunicar con el Dr.García. De repente empezaron a suceder cosas extrañas, la mesa temblaba, la luz se iba y venía, los muebles crujían.....mientras los allí presentes empezaban a presentir que algo iba a ir mal en aquel lugar por lo que declinaron seguir con aquello, pues cada vez sentían más miedo y hacía más frío en aquella pequeña habitación. Pero ya era tarde, y habían conectado con algo muy distinto del padre de María del que no consiguieron saber nada. Y ya se sabe, si una cosa está mal, es susceptible de tornarse en algo peor, como así sucedió.
    De repente, llamaron a la puerta, se trataba de una familia muy extraña, con un acento como extranjero, vestidos con ropa un poco anticuada, diríamos como de otra época, que sólo pronunciaron una palabra "Ayuda". Todos se dispusieron a hacer su trabajo con prontitud pues tenían aspecto como de encontrarse gravemente enfermos. Aunque intentaron conocer algo más de ellos mientras que preparaban todo el instrumental necesario, no pronunciaron ni una palabra y sólo realizaban una especie de gruñidos con movimientos extraños. Pero lo peor fue cuando la doctora comprobó el pulso de los tres miembros de esta familia, más bien la carencia de éste. ¡No podía ser no había ritmo cardíaco, no había constantes vitales...mil cosas pensaron en los segundos posteriores. Estaban realmente aterrados, y más aún cuando al celador intentando hacer el traslado de uno de ellos a la camilla le mordieron en el cuello brutalmente acabando con su vida.
     Marcos y María corrieron por las dependencias de aquel centro de Salud intentando escapar de allí como fuera, pero puertas y ventanas estaban cerradas, no podían salir y aquellos seres del otro mundo acudían lenta pero decididamente hacia ellos después de haberse dado un festín a costa de Antonio. María intentó esconderse en los servicios, pero no había pestillo, se lo había llevado seguramente para hacer una gamberrada algún chico del pueblo. Ella lloraba y gritaba, el pánico se había apoderado de sí,  y eso fue lo peor que pudo hacer, pues los atrajo allí. Sentada junto al lavabo, y sin posibilidad de escapar, su corazón que había palpitado más fuerte que nunca dejó de latir. María falleció en el acto de un infarto.
     Mientras tanto, Marcos que pudo encerrarse en las sala de curas, tras no encontrar ninguna salida de aquel lugar, casi en estado de shock, vio como la puerta era derribada y él acorralado. Cogió un bisturí y sin fuerzas ya para defenderse se suicidó.
     A la mañana siguiente, cuando llegaron el resto de los médicos, se encontraron este horrible descenlace, los tres cuerpos de sus compañeros yacían junto a la tabla de la güija y en espejo escrito con sangre un mensaje que decía "no juguéis con la muerte".

     Un juego de muerte, por Manuel M.
   
   

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